Se llamaba Michel Laurent, y no era inglés sino belga, no iba sin pertrechos, ni solo, pero el 4 de Septiembre pasado la muerte lo esperaba a la subida de El Calvario, a apenas dos kilómetros de Almadén de la Plata, o quizás Santiago decidió buscarle un atajo para llevarlo cuanto antes a la Casa del Padre y que descansara en su regazo.
Y el pasado sábado, como manda la tradición jacobea y la caridad cristiana, casi medio centenar de peregrinos